Muchos de nuestros Pequeños Alquimistas de Educación Primaria ya habrán tenido que enfrentarse al manejo de la flauta dulce, como instrumento utilizado en la asignatura de Música, y probablemente hayan tenido que aprender e interpretar pequeñas canciones, como el Himno a la Alegría o Noche de Paz (ahora que nos vamos acercando a la Navidad, es un buen motivo para aprenderla y sorprender a la familia). La posición de los dedos, la acumulación de saliva en el interior, los soplidos fuertes... todo se va corrigiendo hasta que, por fin, todo empieza a sonar más que bien.
Pero, ¿cómo sale el sonido de mi flauta? ¿Por qué consigo que aparezcan las notas musicales?
Antes de nada, vamos a detenernos en analizar nuestros propios silbidos. Seguro que alguna vez hemos visto a nuestros padres y nuestras madres ir silbando por la casa o por la calle, o incluso nosotros mismos nos hemos puesto a interpretar alguna melodía que hemos conocido utilizando nuestros medios vocales. ¿Qué hacemos para que suene un silbido? Vamos expulsando el aire que tenemos en el interior de nuestra boca a través del orificio que hemos dejado con nuestros labios.
La mayoría de las veces, los labios que rodean nuestra más o menos enorme boca los hemos arrugado hasta dejar sólo un ligero agujero por el que dejamos escapar el aire y, en ocasiones, hemos echado un poco hacia atrás la lengua para tener más capacidad de aire si cabe. Y es entonces cuando comienza a sonar un ruidito agudo, que podemos incluso modular en volumen. Ese es nuestro silbido.
Los más expertos pueden utilizar "herramientas" más sofisticadas como los dedos, mediante los cuales pueden ejercer estrecheces diferentes en la boca y poniendo la lengua de otra forma para conseguir que el sonido sea mucho más fuerte y agudo. Una forma de avisar a alguien.
Hasta aquí ¿más o menos claro?
Ahora, aplicaremos esas mismas consideraciones a una flauta dulce. Lógicamente, "dulce" puede ser fácilmente comprensible por el tipo de sonido que genera, y es que la clave está en que un chorro de aire se hace pasar por entre el cuerpo de madera (o plástico duro, como el normal de las flautas académicas) y la manera en que se hace pasar este aire.
Si nos fijamos en la forma de una flauta, la boquilla es la parte por donde nosotros introducimos el aire de nuestra boca. Este aire pasa a través de un camino bastante estrecho que acaba chocando con una lengueta, llamada también bisel, y que es la que genera con su vibración ese sonido tan suave y tierno. A continuación, ya tenemos el sonido y ahora hay que "moldearlo".
Las canciones que están escritas en un pentagrama tienen notas y éstas las tenemos que hacer aparecer por nuestra flauta. Ahí es dónde entran en juego los agujeros que posee ya que, tapando o dejando al descubierto éstos, generamos las notas que están en la escala.
Hay una cosa importantísima que conviene saber, y es que para meter el aire en el interior de la flauta no hay que soplar (como si hinchásemos un globo), si no que hay que hacerlo como si respirásemos. Así de sencillo, para que resulte un sonido natural, no forzado y no nos salgan esos sonidos que hacen rechinar los dientes cuando aparecen....acoples incluidos.
Así que, ahora a tocar. Te dejamos aquí cómo se deben tapar los agujeros de la flauta para que suenen las notas básicas y tan sólo hay que probar y probar hasta que suene dulce, dulce.