A menudo, en nuestros estuches, tenemos bolígrafos de diferentes colores. Rojo y verde para remarcar algunos datos interesantes, o para poner notas a los exámenes, o indicar anotaciones y recordatorios. Negro para escribir cosas que parecen como más serias y formales. Y el azul.
Se atribuye a China el primer uso de la tinta que lleva su nombre y que es una mezcla de hollín (como el de las chimeneas) y un material derivado de la resina de los árboles. Así se ganaba en capacidad de adherencia a la superficie y el escrito permanecía más tiempo. Su aplicación se hace a base de plumas o pinceles, lo que no resultaba demasiado cómodo a la hora de tener que estar continuamente mojando la punta con tinta para poder escribir.
Con el invento del bolígrafo, todo se revolucionó. ¿Quién iba a pensar que con una bolita rodando sobre un papel se podría escribir? Así es. Utilizando una tinta fabricada a base de anilina, colorantes y la sustancia resinosa conseguimos un producto que nos sirve para escribir y que se seca nada más depositarse sobre la superficie.
Como os decía antes, son muchos los colores que disponemos en bolígrafos, pero hay uno que se lleva la palma con diferencia. ¿Sabíais que el boli más empleado por nosotros es el de tinta azul? Y os preguntaréis ¿por qué?
La respuesta es muy sencilla: por costumbre.
Antes decíamos que se usaba la tinta negra en todo tipo de documentos y, de hecho, es la que aparece en nuestros libros de texto, cuentos, fantásticas novelas, etc. A lo mejor no lo sabéis, pero antes podía resultar complicado distinguir entre una copia y el original. Incluso las fotocopias se hacían todas en blanco y negro, por lo que podía ser difícil saber cuál era la copia y cuál no. Por eso, para poder distinguir (y que no hubiera pillos ni pillas que hicieran trampas) se comenzó a utilizar el bolígrafo de tinta azul, a medio camino entre la seriedad del negro y lo llamativo del rojo.
Ahora, observad a vuestros amigos y familiares. ¿De qué color es la tinta del bolígrafo con el que escriben?
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